Días ha que cabalgo por un mundo muy particular del cual soy amo y señor. Años ha que lo cabalgué junto a noble caballero. Tiempos en que maestro y discípulo aprendíamos y fui nombrado aprendiz. En “tan singular y nunca jamás contada aventura” nos acompañaron Lady Jaqueline de los Ríos, la Dama de San Martín. Alcides, trovador con voz y versos de gran poeta, Ozwaldo con sus canciones y su dama de seis cuerdas. Máximo el del mundo de las novelas. Del Olimpo Ulises y de alguna parte Brown. Damiselas como Miriam y sus chicharrones de guayaba. Los Sabetta con sus poemas certeros como las armas que riman con sus apellidos…
Populosas ciudades, verdes caminos, soledades de playas, intrincados bosques fueron nuestros campos de batalla. Muchos guerreros que nos enfrentamos en deliciosos combates de cuentos y poesías… Al final Dionisio, el dios que nos ofrecía anécdotas, celebraciones, cervezas y risas…
Mis prácticas iniciales fueron con palo de escoba al ristre y tapa de olla al hombro. Entrenamientos con el valiente caballero… Ambos partimos por caminos diferentes. Hasta que desde un campo de flores fui llevado al reencuentro, pero esa vez hasta Lord José Adames, señor de El Paraíso…
Mi andar continúa, hoy con lanza al ristre y escudo al hombro. El maestro hubo de partir, pero antes nos lego su amistad. Fue hasta ese lugar al que también acceden los poetas y quienes con sus plumas nos lo describen… Las huellas de su cabalgadura se siguen viendo en la arena, en las aguas, en las hojas y en las piedras…