En
las fiestas de adultos cuando hay niños estos juegan y corren hasta cansarse.
Se atraviesan entre las parejas que bailan. Van a la mesa donde pueden tomar
refrescos o alguna otra cosa: dulces, pasapalos… mejor, sólo dulces… Juegan a
las persecuciones sin preocuparse por sus padres… Bueno, hasta que los ven
bailando. Allí comienza el drama, principalmente cuando se involucra “Edipo”.
El bendito muchacho se cuelga de la ropa, le abraza una pierna (a veces hasta
las dos), llora… y algunos hasta patalean.
Conozco
al amigo de un amigo al cual el hijo de su hijo le hace esas mismas jugarretas,
menos la última. En cada fiesta era el mismo espectáculo… hasta que dieron con
una solución mágica, y diversión para el muchachito: sentarlo por ahí, darle
dos vasos con agua, para que pasando el líquido del uno al otro el también
pasará el rato. Esos momentos, ellos, los padres, los aprovechaban para “echar
un pie”…
Todas
esas cosas que de niño se realizan quedan como aprendizaje, por eso de allí los
beneficios de los juegos infantiles…
Termino
este cuento que me contó el amigo de un amigo que le ocurría al hijo de un hijo
suyo y me voy a la cocina a mezclar una limonada utilizando dos vasos…