Os voy a narrar algo que nada tiene que ver conmigo, solamente que le ocurrió a quien afirma que soy “alto pana” (eslogan que me gusta).
Como sabéis mi edad es indefinida, pero definida por mí en más de cien. Mas la del protagonista de éste está limitada por la biología.
En el país de donde soy oriundo hay ciertas reglas que benefician a los que pasan los doce lustros. Una de ellas es el trato preferencial en los bancos (esos donde se realizan operaciones bancarias). Resulta que el pana no ha cruzado esa barrera (todavía). Por ahí anda muy orondo pagando completo sus pasajes, haciendo las colas respectivas, esperando sus turnos normalmente, ni cobra pensión… Tampoco le corresponde el privilegio de los asiento azules…
Pues resulta y acontece que en uno de los “dichosos” bancos insinuados anteriormente fue maltratado su ego, pisoteado su vanidad, golpeado su orgullo y revelado su aspecto… Le dieron… (ver el título).
Nada más hay que decir, salvo que me echo el cuento desde una barbería.
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