viernes, 20 de enero de 2012

SIEMPRE HE SIDO FELIZ*

Acabo de llegar de “laisla”. Fueron vacaciones que me dejaron sensaciones y sentimientos que antes no había tenido conmigo (después se volvieron fiesta). Vivía la preadolescencia.

Mi mamá siempre fue muy devota de la Virgen del Valle magariteña y cada septiembre (fuera por carretera, por lancha o por avión de hélice) también visitábamos a mi abuela… La mayoría de los orientales le rinden veneración (a la imagen, no a mi abuela).  Son fiestas religiosas que se volvieron populares, y que han ido cayendo en decadencia desde varios puntos de vista, salvo el fervor de sus tradicionales.

Primero el acto litúrgico de la misa seguida de la procesión alrededor de aquella plaza con el nombre del prócer de la zona (Santiago Mariño). Procesión acompañada con cantos al compás de banda marcial y muchas velas iluminando las creencias de los fieles. Terminado el cumplimiento del ritual empezamos otro: dar vueltas a la plaza, jugar en el parque mecánico, comer algún helado, cotufas o empanada de cazón. Un paseo familiar en la transición de la tarde a la nocturnidad, estrenando zapatos, camisa o alguna otra prenda.

Después dirigíamos nuestros pasos hacia alguno de los clubes que se armaban para la ocasión. Una vez seleccionado nos ubicábamos en alguna mesa. Muchos asistían sólo a bailar. Eran tiempos de obsequiar a las damas mientras el ritmo lo ponían orquestas contratadas. Mi bebida, refresco, la de los adultos… bueno, ya saben… Tres piezas equivalían al pasaje mínimo en un transporte urbano. Todos éramos invitados.

No sé por qué razón estiré mi brazo y la invité. Para mi fueron bailes de gala (por lo que diré al final sé que superé mi timidez y conversé con ella)... Mi madre fue una sola, de eso no tengo dudas. Me dejó (también dinero) para que continuara. Parte de esa inversión la utilicé en danzar con la hermana de mi “recuerdo”, pues este estaba “cansada”. Pero llegó el momento de la partida (la mía).

Fue corto también el tiempo y hay ciertas cosas que se agotan, por lo que decidí irme a casa. No sé si me despedí. Caminé la distancia. Por no haber sido mi época de mirar hacia arriba imagino el cielo con muchos puntos brillantes, unos titilando y alguno a paso raudo. A partir de aquel ahora la cotidianidad hizo presencia. En algunas lagunas a través de los años los recuerdos se hicieron presentes y hoy volvieron. Un nombre, Argelia; un lugar, La Asunción; y un bello rostro con un lunar que lo fijo en mi memoria.
___________________________________________
* Enviado al “I Concurso Internacional de Nano Literatura de Proyecto Expresiones” (15/09/2010)


1 comentario:

  1. Sir Alberto: Usted colándose en relatos que se evitan: los de los lugares comunes, usted desmadejándose en grafemas, recuerdos: hermosas notas estrelladas que nos dejan d¡pidiendo más!! Muy bueno este relato, aunque al final ese dejo de síguelo, puede darnos un poco más y dejar los secretos... a fin de cuentas mi Sir Alberto ya los recuerdos quieren hablar por si solos.

    ResponderEliminar

Me gustaría conocer lo que conoces después de haber conocido lo antes escrito.

NOTA: en el campo "Comentar como:" seleccione la opción "Nombre/URL" y deje escrito el "Nombre" con el que quiera ser identificado (el "URL" o "dirección de internet" es opcional).