viernes, 7 de octubre de 2011

19 DE ABRIL DE 1810

Es la llamada semana santa por algunas religiones. Es un tiempo que por estos lados la católica controla casi todo el espectro. Infunde temor y terror al tiempo que habla de un padre amoroso. Larguísimos sermones mantienen a la gente en los templos mientras el calor los sofoca. Amos y esclavos por las calles.

Se escucha un alboroto por una de las esquinas de plaza mayor, esa que también es mercado. Soldados detienen al Capitán General y lo obligan a regresar al Cabildo de donde no debió salir con el cuento de que iba a misa y sabiendo cómo estaban las cosas (además, no tendríamos ese día de asueto en nuestro presente). En este percance había un cura involucrado (cuándo no).

Los Amos del Valle como los llamó un escritor del siglo veinte (Francisco Herrera Luque) pugnaban por quitarse de encima a los amos españoles y ser solamente ellos los únicos amos. Discusiones y habladeras se entremezclaban con chismes. Vicente Emparan decidió realizar un plebiscito improvisado y verbal con la gente que se encontraba en la plaza.

Una vez en la ventana y con Madariaga (el cura que mencioné antes) a su retaguardia preguntó con voz que pudiera ser escuchada hasta por el más lejano: ¡Atención, atención! Les habla vuestro Capitán General… Señores, ¿queréis que os siga gobernando en nombre de su Majestad Don Fernando Séptimo de España?

Nota: entre ese pueblo reunido había infiltrados de los que querían el cambio político. Regaditos por aquí y por allá y que a una señal convenida con el curita tomarían acción.

Seguimos… Fernando Séptimo de España? Casi al unísono todos comenzaron a gritar: ¡No, no lo queremos! (la señal de Madariaga fue con el dedito moviéndolo de un lado al otro)… ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera!

- Puesto que así lo queréis, yo tampoco quiero mandaros. He de renunciar…

Viernes santo, 20 de abril de 1810… o unos días después, no lo recuerdo, Don Vicente fue llevado al Puerto de La Guaira y embarcado (no embarcado de que lo dejaron esperando, sino embarcado de que lo montaron en un barco) con un rumbo que lo alejaba para siempre...

Venezuela comenzó a ser dueña de su destino, aunque faltaban tragos amargos… ¡Y los que estamos bebiendo! (Esta última oración puede ser eliminada en caso de que no se esté cumpliendo al momento de leer mi relato).

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