martes, 16 de agosto de 2011

INTRANSIGENCIA

Me doy gracias por andar armadurado... Cabalgaba en busca de mi ejército. Comenzada la noche estaba. Iluminado el paisaje con sus siete estrellas. Allí en la distancia. Anduve hasta alcanzarles, al trote el trayecto restante. En el punto ya habían arreado nuestro pendón con su trío de colores. Todos sentíamos orgullo.
Nuestro anterior rey había abdicado y gobernaba otro de verbo encendido y carisma peligroso. Los viejos símbolos eran apartados, cambiados o destruidos. El pendón desgarrado…
El imperio era atacado con vocabulario soez y divisionista. Pocos eran los seguidores, pero afanados en los ataques: condes, ministros, marqueses, acólitos y “mece hamacas” los más fanáticos.
Al inicio los contrarios fueron comedidos, luego ya no más y se igualaron con la misma actitud, aunque respetuosos todavía. No tenían congruencia ni unidad ni guía…
Los que inicialmente desgarraron el pendón no daban pruebas, sólo cuestionaban… Y es aquí donde recordé uno de mis viajes por el pasado. Época en que un naciente imperio y emporio ganaba su progreso a fuerza de sangre y destrucción, ofensas e intrigas, inquisiciones y corruptelas. “Defensores de valores” tenían como símbolo el arma homicida con que eliminaron al que tenían como iniciador e inspiración. Culpando a una raza de lo que ellos también hacían… miraban "la paja en el ojo ajeno"…

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