En una de mis tantas cabalgatas por el pasado asistí al
matrimonio de un “alto pana”, un hombre excepcional que tres años de su vida
(por desgracia los últimos) dedicó a que los seres humanos encontraran el mejor
camino para vivir… No era un hombre con grandes riquezas ni un ser miserable.
Era sencillo, hijo de padre y madre, humano y hermano…
Después de miles de años su mensaje permanece, aunque
tergiversado por muchos imperios e ¿ignorados? por otros… Bueno, como dije al
comienzo, estuve en su boda. Una celebración espectacular: “botaron la casa por la ventana”… Hubo un momento cuando las “bebidas espirituosas” se acabaron. Entonces
mi “alto pana” dio instrucciones de ir a las vinaterías cercanas por más. Que nos
lleváramos las vasijas vacías del agua y que las llenaran con el mejor vino.
Así se hizo. La acción formó parte de la fiesta, y por eso también nos
divertimos. Al regresar con las compras para el pana (bueno, para todos) le
dije: acabas de convertir el agua en vino…
Todos reímos de la ocurrencia.
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