Al
día 7 de 2012
Muy
temprano cabalgué a mi centro de votación. Eran las nueve de la mañana.
“Hubieron” madrugadores. A la media hora de mi llegada, no de haber salido, aún
formaba parte de la hilera de gente que estaba en lo mismo.
El
Sol radiante como un día de playa sin mar ni toldo ni silla ni playa… Pero,
¡A buena “gentará”! Viéndolos a todos pude comprobar “en situ” que no pertenecemos
a la “raza” de los reptiles, ya que buscábamos las sombras y por eso
confundíamos unas filas con otras.
El
ambiente físico agradable: una gran plaza “full burda” de árboles. Es domingo de
octubre y parece un domingo en donde muchos salen a conectarse con este tipo de
áreas recreativas: las plazas…
La
gente es el único y verdadero corazón de mi pueblo, no hay otro…
Aquí
todos conversan con cordialidad. En algún momento las quejas de una chica que
gritaba porque al parecer le cayó un animalito de esos que caminan en tira y
encoge que al maltratarlos se vuelven papilla…
Tiempo
después de haber interrumpido el relato para entrar al área de votación y de
haber cumplido con mi deber voluntario en un procedimiento sencillo y presto,
salí con el dedo (parte de él) pintado del color del traje del nazareno.
Caminé
por las calles tranquilas hasta mi hogar (luego de tres horas de ausencia).
Llevaba conmigo un poco de hambre de almuerzo. Encontrando finalmente una
agradable sorpresa: todos estaban cumpliendo la misión, así que opté por dormir
un rato y despertar y terminar este relato…