“… se está
bañando a las orillas de un río…”
Simón Díaz
Simón Díaz
Meche habita un pueblo bastante alejado de la
frontera, la que cruzó hace más de un año. Ahora es soltera, siempre lo ha
sido, no le gusta estar sola. Ha hecho buenas relaciones con sus vecinos y
tiene varios pretendientes, con uno de los cuales ya comienza a encariñarse.
Hoy está sentada junto a una de sus nuevas amigas
bajo la sombra de unas palmeras Cera de Quindio.
–Entonces, amiga, ¿cómo es el cuento de tu escapada
a estas tierras?
–Ya te lo he contado unas cuantas veces.
–Es que es muy divertido –diciendo esto y dejando
ver una amplia sonrisa.
–¿Tú sabías que te estaban buceando?
–Al principio no. Cuando me di cuenta me vino un
chispazo a la mente: la oportunidad de escapar de mi aburrido esposo.
–Y te resultó, ¡y muy bien...! Te he visto
echándole ojitos a Pedro.
–Eso es otra cosa… Pero así es.
–Bueno, sígueme contando.
–Sigo: en la mañana salí temprano a bañarme al
río...
–Pero en ese río hay caimanes.
–Sí, pero no a todo lo largo. Hay sitios seguros.
–Entiendo... ¡Aja!: te fuiste temprano a bañar al
río...
–Sí. Me zambullí tal como lo hacía Eva en El Paraíso.
–Y sonríe pícara–. El agua estaba deliciosa. Salía, me zambullía, nadaba... me
estaba deleitando un mundo.
–¡Qué envidia!
Innegable que Meche también se divertía, aunque más
viendo a su amiga que contando la historia.
— o —
Sabana es un pueblo bordeado por el río que le dio
su nombre, igual a él es tranquilo y extenso. Situado al sur de un estado
llanero y a considerable distancia de la frontera con los países vecinos debe
su auge económico a la cría de ganados lecheros y sementales.
Cerca de una de las más prósperas haciendas está la
casa que ocuparan Simón y su concubina... Hoy está solitaria... Bueno, dentro
están dos hombres que beben y hablan sobre cualquier cosa: el uno de su
tristeza, su dolor, y el otro... Este...
Simón el coplero. Vive de pueblo en pueblo animando
fiestas. Le gustan los juegos de azar, las peleas de gallos y todo aquello que
tenga que ver con las juergas, sobre todo "empinar el codo", como se
dice popularmente. Está deprimido, tomando más de la cuenta. Siente que tiene
motivos: su mujer, el amor de su vida se ha ido para siempre... Y para colmo se
le escapó la cacería en el río...
Narciso también es de Sabana, siempre ha vivido
allí. Enamorado de Meche nunca fue correspondido, ya que está desconfiaba de
él, lo consideraba chismoso, intrigante e hipócrita (para completar el trío).
Es charlatán, conoce a todos en el pueblo... Y todos "lo conocen". No
se sabe de oficio alguno que desempeñe, aunque dice hacer de todo. Cuando
alguien quiere contratarlo alega siempre estar haciendo algún otro
"trabajito".
Simón y Narciso hacen que conversan y comparten.
Mientras el primero habla y bebe, el otro bebe, se prepara algo en la cocina y
curiosea por toda la casa.
— o —
–Amiga, ahora viene lo bueno: en una de esas
salidas me percato que escondido entre las ramas alguien me observa. Estuve a
punto de salir corriendo, pero fue cuando me llegó el chispazo y empecé a nadar
hacia donde sabía que estaban los caimanes.
–¡Qué miedo!
–Tranquila. No soy tan pendeja... Me fijo entonces
que el tipo se levanta de pronto, nervioso y asustado, resultando ser Narciso
un vecino y amigo de mi esposo. Entonces sale corriendo hacia el pueblo… De
inmediato intuí hacia donde iba y a qué… Lo que me da tiempo a seguir con mi
ocurrencia sin saber cómo terminaría...
–¡Ah tipo pa' sinvergüenza!... ¿Y qué hiciste?
–Segura de que no había más nadie salgo por entre
unos árboles. Me iba a devolver para recoger la ropa, pero lo pensé mejor:
dejarla.
–Se escucha divertido.
–Me fui muy nerviosa. ¿Te imaginas?: desnuda y
corriendo por el monte.
–Divertido, sí... Lo imagino.
– Por suerte no me topé con nadie. Llegué hasta la
casa de una de mis vecinas que a esas horas no se encuentra y agarré uno de sus
vestidos tendidos al sol...
–Todavía lo estará buscando –Y suelta una deliciosa
carcajada.
–Me lo puse y salía a toda prisa. Ya en la
autopista, en la vía que no sale del pueblo, empecé a pedir aventón, o cola
como se dice en mi país... Pasaron varios carros hasta que se detuvo un camión
de cargas y me monté. El chofer iba solo, era atacón y galante, pero
respetuoso. Rodamos como cuatro horas hasta llegar al pueblo más cercano a la
frontera... Y ya ves... Aquí estoy.
Enviado al Concurso Relatos
Cortos Sinergias Servicio Editorial. 1ra. Edición. (España). (2018). Incluido en la Antología de Relatos:Sinergias.