Padre
e hijo (father and son) caminaban por un hermoso y bien floreado sendero.
Estaba cubierto, mayormente, por cayenas de variados colores. Alguien se había
esmerado en embellecer el paisaje de esa manera. El Sol se encontraba marcando
en los relojes que llevan su nombre la hora que indica la mañana entre el
amanecer y el mediodía. Ambos se veían muy felices el uno al otro. De vez en
cuando reían por alguna ocurrencia…
–Sabías,
papá, –afirmó su compañero de camino– que la palabra ha permitido siempre la
creación.
–¡Por
supuesto! Eso te lo enseñé yo, y yo lo aprendí en el evangelio de Juan: “Todas las cosas fueron hechas por medio de
la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe… La Palabra era la
luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.”
–Y
entonces ¿por qué los hombres no se pueden entender? ¿A qué se deben tantas
diferencias?
–¡Ay,
mijo! Una pregunta no muy fácil de responder y a la vez hay una respuesta.
–¿Y
cuál será?
–Dios
así lo quiso…
–¡Papá!
¿Pero qué estás diciendo? Si los Evangélicos o los Testigos te escuchan… ¡quién
los aguanta!... Y ni pensar en el cura de la iglesia: te dará un sermón
personalizado…
Riendo
de buenas ganas le responde: –Mira, eso no lo estoy inventando. Eso está dicho
en la biblia…
–¡Cómo
así?
–Te
cuento: en un capítulo se puede leer que los hombres todos hablaban una misma
lengua y en determinado momento, en una gran llanura decidieron construir una
ciudad para establecerse (imagino que para descansar de tanto peregrinaje).
Comenzaron a trabajar y para dejar su firma se propusieron levantar un obelisco
muy alto…
–Ya
sé de lo que me hablas, pero era una torre…
–Sí,
puede ser, pero nosotros lo que sabemos nos viene de traducciones de
traducciones…
–Bueno,
sigue, papá, tú cuentas muy sabroso las cosas.
–Sigo,
hijo: Antes, al parecer, Dios bajaba mucho a la Tierra, y esa vez, al mirar lo
que hacían los hombres se sorprendió de lo hábiles e inteligentes que eran y
pensó: –Si siendo un solo pueblo que se
entiende, y son capaces de semejantes construcciones, nada les será imposible…
mejor que no… Y fue cuando decidió ponerlos a hablar en inglés, en francés,
en alemán, en español, en chino… Y no preguntes cuál era la lengua original,
porque no lo sé…
–¡Y
claro! –Concluyó el hijo– Al no entenderse unos con otros tuvieron que
separarse y dispersarse por el mundo…
–¡Así
es…!
Father
and son (padre e hijo) continuaron andando y seguir felices mientras el Sol iba
acortando sus sombras… para más adelante alargarlas de nuevo…
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