miércoles, 12 de diciembre de 2012

FIN DE SEMANA



Que he salido a cabalgar y recorrer un lindo pueblo montañoso. Debido a la estrechez de sus calles mi cabalgadura descansa en un establo de esos que se encargan de su cuidado. Sus habitantes viven del comercio, sobre todo de frutas, verduras y una que otra baratija.

Que me ha llamado la atención una gran cesta de durazno que se ven frescos y provocativos. Mas de momento he decidido no comprarlos, antes quiero recorrer y comparar. En cada puesto variedad y economía van parejos entre un local y otro. El paisaje hace placentero el paseo. Al fin he decidido por una de las cestas. La tomo entre las manos y me percato de su pesadez. A medida que avanzo en el regreso caigo en cuenta de lo mucho que camine y de como mi carga no es nada cómoda ni liviana. Reflexiono por el camino y me digo: ¿Cómo es posible que habiendo tantos lugares haya escogido el más lejano para adquirir tan delicioso manjar? Ahí mismo me doy la respuesta: folklórico…

Colocó de manera segura mi dulce cargamento, pago por el cuidado del caballo y me dispongo a partir. Justo en ese momento lo inesperado: comienza caer una pertinaz lluvia. Precavido cargo conmigo un paraguas… pero me niego a sacarlo, no quiero mojarlo.

Sigo cabalgando y disfrutando del hermoso paisaje, de valles, montañas, cielo y nubes que se encuentra a mi paso.

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