El viaje duraba un día o unas horas. La estadía siempre
fue placentera, bueno, salvo cuando enfermé. Conservo hermosos recuerdos. Para
empezar, mis abuelos siempre se alegraban al recibirnos: tenían la calidez de
mis abuelos. Su casa con paredes de bahareque y techo de tejas, sencilla con el
taburete en la entrada. El terreno con la cerca delimitadora adornada con ramas
y hojas de esas matas que eran ramas y hojas.
El gran árbol y la canal con apenas su telita de agua nos
indicaban que habíamos llegado. Canal que venía desde el viejo embalse y telita
de agua que podía apreciar una vez que me acercaba a su borde.
La pequeña puerta de tablas, tal vez sólo para que no escaparan
las gallinas. Los caminos y el tanque pequeño donde una de mis hermanitas
compartió con nosotros su susto al caer en él. La banqueta en el recibo, en
ambiente con la cocina y su fogón de leñas, las que subíamos a buscar entre las
matas del fondo, esas mismas que nos ocultaban cuando requeríamos de un espacio
para satisfacer ciertas necesidades del organismo.
Era una casa inmensa a mis ojos de niño que cada año en
vacaciones visitaba con mi mamá… hoy no existe… Tras la puerta la cama ocupando
el mayor espacio. Siguiendo el pasillo de tierra la habitación del abuelo. Al
lado la de los santos flanqueados por la pequeña ventana; y al lado el cuarto
del baúl también con su pequeña ventana.
En el patio trasero las matas de jobo y el tanque grande
recolector de las aguas para la cocina y la sed.
En las mañanas, tempranito, estaba lista la avena y la
cuchara con aquel gran orificio en su mango para más tarde la arepa con queso y
mantequilla… ¡Ummm…! Después bajar al mercado en aquellas camionetas con sus
laterales de madera a comprar el pescado para el sancocho y la cena. Las tardes
para el juego, el recorrido y el aseo en el tanque grande… La noche, por ser
las fiestas de la Virgen del Valle, para caminar por la plaza, visitar la
iglesia, bailar en los clubes (¡ojo!, esto para los adultos mientras de niño
tomar refresco y corretear) y divertirse en el parque mecánico…
Todo antes de regresar a Caracas… Nostalgia por aquella
época en el Valle del Espíritu Santo en la isla de Margarita en el hermoso
hogar de Elvira, Fermín y Ramón, (Ramón, primo convertido en hermano al venirse
con nosotros), hogar con techo de tejas y paredes de bahareque.
Qué hermosos recuerdos. ..el mundo de la niñez ...Ligia Álvarez
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